Estamos entrenados para no pensar en la vejez, pero hay proyectos que promueven la autonomía, luchan contra la soledad no querida y trabajan en el desarrollo de vejeces activas y deseantes a través de viviendas colaborativas. Un recorrido por las experiencias, desde Francia hasta Esquel. Ahora el desafío es multiplicarlas. Una reunión entre Teresa García, Ministra de Gobierno de la Provincia de Buenos Aires, y Gabriela Cerruti, diputada nacional, avanzó con el sueño de barrios donde las vejeces cohabiten con acceso a la salud y los cuidados, pero también al turismo y la cultura.

La población del mundo está envejeciendo a paso cada vez más acelerado y nuestro país no es la excepción. La expectativa de vida aumenta y la cantidad de nacimientos se reduce.

La cantidad de años que vamos a vivir «en vejez» es cada vez mayor. Sin embargo, llegamos a esta etapa de la vida y nos damos cuenta de que no hemos planificado nada, no hemos decidido nada sobre los próximos veinte, treinta, incluso cuarenta años que nos quedan por vivir. Y no lo hemos hecho por falta de precaución, sino porque estamos entrenados para no pensar en la vejez.

Las soluciones que nuestra sociedad ha encontrado para el problema de la vejez son escasas y pobres de imaginación. Habitualmente el destino de las personas viejas es el de envejecer en soledad, esperar que la familia se haga cargo como pueda o, cuando las pocas alternativas se van agotando, la institucionalización en una residencia de larga estadía, comúnmente conocida como geriátrico, en donde suelen menoscabarse la autonomía y potenciarse el aislamiento y la exclusión social.

Sin embargo, alternativas superadoras son posibles. Existen proyectos que protegen y promueven la autonomía, luchan contra la soledad no deseada y trabajan en el desarrollo de vejeces activas. El desafío es  multiplicarlos. Con el impulso de la Revolución de las Viejas, el sueño está en marcha.

Viviendas Colaborativas: ¿Una opción viable?

Las Viviendas Colaborativas se definen como complejos de viviendas autónomas, independientes y con privacidad que además, cuentan con espacios y servicios compartidos entre un grupo de personas que se eligen para transitar su vejez en comunidad. Existen ya numerosos ejemplos alrededor del mundo que demuestran su viabilidad y conveniencia.

Maison des Babayagas, por ejemplo, es un proyecto de viviendas desarrollado en las afueras de París que fomenta el empoderamiento, la autonomía y la sororidad: Un edificio de seis pisos con veintiún alojamientos para mujeres de más de sesenta años y cuatro para jóvenes de menos de treinta. Zonas comunes con talleres y actividades abiertas. Se forman en idiomas, escultura, pintura, y hasta tienen un cineclub. “Queríamos demostrar que podemos apañarnos solas”, resume Catherine Vialles, una de sus integrantes. Y lo han demostrado.

Foto Facebook @LaMaisonDesBabayagas

El proyecto no cuenta con personal auxiliar, administrativo o médico contratado: son las mismas mujeres las que se reparten de forma colectiva la organización y distribución de tareas. Los segundos viernes de cada mes realizan almuerzos comunitarios con familiares y amigos. Desarrollaron una comunidad que no sólo resuelve la cuestión habitacional, sino también problemáticas latentes como la dependencia y la soledad no deseada.

“Con esta casa autogestionada mostramos que se puede envejecer juntas, de una forma distinta, en total autonomía y libertad”, solía decir Thérèse Clerc militante feminista que diseñó e impulsó el proyecto en el año 2013. Allí se plasmaron también proyectos a desarrollar en países como Holanda, Polonia, Alemania o Bélgica.

Proyectos cercanos

No es necesario irse tan lejos para demostrar su eficacia. Punta Canas es una comunidad creada en Esquel, provincia de Chubut, Argentina. A los pies de la cordillera de los Andes, un grupo de mujeres y hombres autoconvocados lograron crear un complejo de catorce viviendas para personas mayores de 60 años. Punta Canas cuenta con espacios comunes y servicios compartidos. Mantienen sus espacios individuales y han creado otros tantos para construir en comunidad.

Son cincuenta y tres personas de más de 60 años que decidieron compartir la vejez: enfrentar las problemáticas comunes, huír a la soledad y generar espacios de colaboración mutua. El proyecto nació en 2015 y lo hizo sobre la base de sostener un envejecimiento activo y saludable con una fuerte conciencia ambiental.

En la misma provincia existe La Aldea de Trelew, un emprendimiento pensado para envejecer entre amistades que busca desarrollar vejeces activas. Como docentes, muchos de sus integrantes buscan seguir brindando sus conocimientos para permanecer en contacto con la ciudadanía. El complejo desarrolla también espacios comunes para actividades colectivas. Además, posee una singularidad: sus integrantes se encuentran en diálogo con el Estado. La Secretaría de Planificación, Obras y Servicios Públicos del municipio, el área de Gestión Urbana y de Desarrollo Productivo y Asesoría Legal se acercó a la Aldea por reconocerla necesaria e innovadora.

Existen también iniciativas gestionadas por Municipios en colaboración con el PAMI como la de Tapalqué, en la provincia de Buenos Aires, y la de Comodoro Rivadavia, en Chubut.

El desarrollo del co-housing es posible también en las grandes ciudades. En CABA existe la Asociación Mutual Israelita Vidalinda. Un edificio ubicado en el barrio de Belgrano, diseñado especialmente para personas mayores. Trabajan en la interacción cotidiana y refuerzan la participación en las actividades grupales manteniéndose activos y creando nuevos vínculos.

La Revolución de las Viejas (RDLV), un colectivo de más de 32 mil mujeres autoconvocadas de más de 45 años, también trabaja sobre esta tématica y posee un rol activo en su visibilización. “Tenemos un compromiso social y comunitario que no vamos a dejar de lado” dicen, y avanzan a paso firme en el desarrollo de proyectos concretos a lo largo y ancho del país.

En un grupo de Facebook compuesto por más de mil mujeres llamado “Alternativas para Habitar la Vejez: Viviendas Colaborativas”, la RDLV llegó a datos interesantes: El 98,9 por ciento de las mujeres encuestadas son auto-válidas. Más del 60 por ciento de ellas está dispuesta a conocer a nuevas personas para formar parte de un proyecto colectivo y el 56 por ciento a cambiar de localidad para transitar su vejez. Todas ellas expresan su deseo de vivir en una alternativa como el cohousing. Han comenzado a organizarse en grupos según la zona geográfica que desean habitar y comparten material de lectura para seguir profundizando sus ideas y conocimientos sobre el tema.

A través de la diputada nacional Gabriela Cerruti, a partir de quien surge la Revolución de las Viejas, el movimiento desarrolló varios puntos de encuentro para avanzar sobre propuestas concretas. En diálogo con el Ministerio de Desarrollo Territorial y Hábitat, ANSES, PAMI y distintos municipios y provincias, la Revolución avanza en su organización territorial. En la provincia de Buenos Aires el trabajo está avanzado: en reunión con la Ministra de Gobierno de la Provincia, María Teresa García, ya se evalúan los proyectos para pensar las nuevas comunidades.

Jubiladas si, retiradas no

Los proyectos mencionados tienen puntos en común. Todos ellos demuestran la viabilidad de su desarrollo en pos de desgeriatrizar las vejeces y avanzar en la lucha para transitar esta etapa de la vida decidiendo con cómo, con quién y dónde vivir.

El desarrollo de comunidades como las mencionadas nos permite avanzar hacia transformaciones sociales, políticas y culturales. Desde la Revolución de las Viejas lo manifiestan con claridad: “Queremos habitar con audacia la vida, desmontar creencias y estereotipos negativos para envejecer con autonomía. Queremos construir nuevos paradigmas que hagan lugar a las vejeces y a nuestra participación en la vida comunitaria, social y política. Queremos ciudades y barrios amigables para armonizar con les otres y con la  naturaleza. Queremos reclamar el derecho al buen vivir.”