Especialistas remarcan que muchas veces la falta de erotismo es consecuencia de una sociedad que no ve como “posible” el disfrute y goce de los adultos y las adultas mayores.

Virginia Digón

 

La sexualidad en la vejez suele ser un tema casi tabú en la sociedad. Y cuando se lo aborda, se suele hacer foco en las dificultades biológicas de mantener ciertos modos de relaciones sexuales, más que en todo el amplio espectro de lo que realmente implica la sexualidad.

En el Día por el Buen Trato a las Personas Adultas Mayores, especialistas dan cuenta de qué cosas atraviesan la sexualidad en la vejez.

Quienes trabajan con adultas y adultos mayores o en el ámbito de la sexualidad indican que los estereotipos de género, la noción de la vejez como algo asexuado, más una imagen sobre lo “sexy” siempre asociada a personas jóvenes, contribuyen a percibir una vejez asexuada.

El Papa reivindicó las arrugas y condenó el “mito de la eterna juventud”

“El deseo no es sólo una cuestión de hormonas o de cambios en el funcionamiento sexual sino de circunstancias vitales que influyen en nuestras emociones, como por ejemplo la calidad de las relaciones sexuales que tuvimos a lo largo de la vida, nuestro estado de salud, los valores y criterios que tengamos sobre el tema; la mirada social (que suele ser muy pacata y negativa) y especialmente la imagen o valoración que tengamos de nosotros mismos”, dice el gerontólogo Ricardo Iacub en su libro Todo lo que usted quiso saber sobre su jubilación y nunca se animó a preguntar.

En este sentido, la comunicadora y gerontóloga Sol Rodríguez Maiztegui explica: “Tendemos a asexuarnos a medida que vamos envejeciendo porque creemos que la vejez es una etapa de la vida en la que no podemos o no debemos desplegar nuestro erotismo y nuestra sexualidad, que, en definitiva, es una condición muy humana”.

“Desde que nacemos y hasta que morimos somos personas sexuadas. Necesitamos ser abrazados, besados, acariciados y, a medida que envejecemos, eso va desapareciendo como consecuencia de esta mirada que tenemos de la vejez tan poco humana, como si quienes envejecieran se fueran transformando en objetos de cuidado y no en sujetos de derecho”, remarca.

VIEJAS LINDAS. La muestra de la artista Rosa Cattana (Gentileza R. Cattana).

La psicóloga y sexóloga Silvia Aguirre plantea que para las mujeres adultas es más complicado que para los varones porque “el objeto de deseo es una mujer joven y esto está internalizado por varones, por mujeres, por todo el mundo”.

“Entonces una mujer más grande empieza a pensar que no va ser deseada y esto solo ya genera una caída de su autoestima, de su visión sobre sus posibilidades sexo-afectivas”, señala, y luego aclara: “No es una cuestión biológica que les impide ser deseadas, sino una construcción social que impide que ese cuerpo se erotice”.

Aguirre indica que es muy difícil revertir esto en terapia, ya que no se trata solo con autoayuda o sólo diciendo que hay que aprender a quererse.

“Cuando se habla de cambiar el enfoque y pensar en que no es una persona que tenga un problema sexual puntual sino que es una sociedad que ha sido muy efectiva en su enseñanza, no hablamos de una dificultad sexual sino de malestares de género”, explica Aguirre.

En su experiencia en consultorio, los varones más condicionados por una percepción tradicional de la sexualidad, se acercan cuando tienen problemas de erección. “Ellos sienten que se pone en juego su identidad masculina”, dice Aguirre. “Otros vienen porque tienen una ausencia de deseo sexual”, agrega.

A su vez nota en el consultorio que a veces las parejas de adultos mayores se acercan por falta de sexualidad, pero que muchas veces está atada a problemas que arrastran desde hace años como pareja.

 

UN CAMBIO DE MIRADA

Iacub menciona en su libro cinco aspectos de cómo podría ser vista la sexualidad en la vejez, citando a los gerontologos estadounidenses Robert Butler y Mirna Lewis.

“Representa la oportunidad de expresar pasión afecto o admiración; el deseo erótico se manifiesta de formas mucho más amplias y metafóricas de lo que solemos creer. Ser mirados por quien nos atrae, escuchar que nos digan algo lindo o un piropo o ser amado por una pareja toma un rol preponderante en nuestro deseo”, expone.

“Una afirmación del propio cuerpo como lugar de goce, brinda un fuerte sentido de sí y de fuerte valoración, es una protección contra la ansiedad y los miedos. Y saber que contamos con alguien que nos interesa y a quien le interesamos nos brinda una sensación de seguridad, y es una afirmación de la vida”, afirma.

 

LA INTERPELACIÓN, DESDE EL ARTE

A pesar de que no vemos en forma frecuente en el cine, en novelas o en libros a adultos mayores teniendo relaciones, algunas expresiones artísticas comienzan a poner en tela de juicio esta imagen.

“Arrugas más, arrugas menos” es el nombre del grupo de mujeres de Río Cuarto que nació para reivindicar los derechos de las mujeres adultas mayores. Una de sus impulsoras, Rosa Cattana, presentó la muestra de fotografía “Viejas lindas. Testimonios de una artista mayor”. Cattana, que es doctora en química jubilada y que comenzó a experimentar con la fotografía, retrató a algunas de sus compañeras del grupo.

¿Mis padres al geriátrico? El largo camino hacia la decisión más adecuada

Con sus torsos semidesnudos en un fondo negro, buscó reivindicar los cuerpos femeninos adultos como cuerpos deseantes. La artista utilizó el fondo negro representa “ese lugar oscuro” que la sociedad le da a la vejez e intervino las fotos o con bordados de color plateado (en honor a las canas) y de color violeta, que es el color que identifica al movimiento feminista, una forma de darle luz y recuperar el sentido de vitalidad.

“¿Por qué el patriarcado y el capitalismo se ensañan con nosotras, que ya no somos reproductivas ni productivas y nos asignan un espacio, sombrío, aburrido, insignificante mientras se nos invita a perseguir la eterna juventud y nos transformamos en objetos de un lucrativo negocio para las industrias de la cosmética, fármacos y quirúrgica?”, se pregunta Rosa Cattana al hablar sobre su obra.

Otra reciente producción artística que reivindica la sexualidad en la vejez es el documental Viejas que hierven, de Violeta Tapia, un corto de 20 minutos que recoge los testimonios de cinco mujeres que hablan sobre su vida sexual.

Allí una de las protagonistas cuenta que de joven tuvo un matrimonio muy tradicional y marcado por lo religioso. “Tuvimos cuatro hijos, pero nunca vi desnudo completamente a mi esposo ni él a mí”, relata.

Luego de su separación trabajó incansablemente para mantener a sus hijos, ante la falta de cuota alimentaria por parte de su ex. Luego de mucho tiempo retomó su vida sexual. Y ahora, con nietos y bisnietos incluso habla de una experiencia “con un chongo”.

Otra de las mujeres del documental recuerda los dulces besos de su expareja. Y que fue de las primeras lesbianas en casarse antes de la ley de matrimonio igualitario en Argentina. Hoy, ya viuda, tiene el recuerdo vivo del cariño de su gran amor.

Una tercera mujer habla de cómo fue sorteando algunas dificultades biológicas para el sexo en sí, como la sequedad vaginal.

En el documental se realza la mirada de los cuerpos como bellos, diversos y deseantes y muestra a las mujeres hablando en primera persona de sus experiencias, sacándolas del tabú en el que la sociedad intenta ubicarlas.